Hace 30 años, las escuelas de negocios enseñaban que el mundo del mañana sería de los pequeños empresarios dedicados sobre todo a los servicios. Sostenían que la creatividad y habilidades comerciales fluirían sin topes en un mundo libre y con mayores posibilidades. Por la conectividad virtual y real surgía la denominada “aldea global”. Y así, las ganancias no serían más el privilegio de un grupo de industriales –según sus opositores– insensibles con la humanidad y sus necesidades urgentes.